The minimalist sense

 El sentido minimalista

©Por Abdel Hernández San Juan

 

   Debo admitir que durante mucho tiempo me cautivaron estética y visualmente determinadas expresiones de lo que otrora intentábamos precisar con nitidez descriptiva como minimalismo en las artes plásticas y visuales. La atracción, sin embargo, llegada de mi pasión desde las abstracciones filosóficas más puras, encontraba una variedad de puntos aporéticos que me decidían a mantener hacia el minimalismo una distancia. Me fascinaba la conciliación minimalista entre  abstracción filosófica intelectual, actividad gnoseológica de abstraerse, y la abstracción como correlato visual que compensaba la propensión desmaterializadora de una pura abstracción intelectual.

    El correlato minimalista, sin embargo, vuelto concreción visual tendía a mermar el campo mismo de la abstracción en que se basaba, tornándole a esta, en uno de sus lados, hacia un tipo de geometrización que recurría cada vez menos a abstracciones intelectuales o sensoriales relacionadas a los datos vivos de los sentidos y las sensaciones, alejándose así de la vida. Por el lado de la lógica formal abstraída podían ser así simples programaciones, sistemas operativos e ingienerias computacionales, mientras por el lado de los significados, mermaba en su visualidad la relación a la  producción y generación de sentidos deviniendo con recurrencia en artefactos obtusos, tan sobrecodificados en su obviedad que podían tornarse insípidos y nulos, otras construccionismo vacuo sin sentidos por generar y telos.

   Mientras el minimalismo en su época de oro, parecía solventar los aspectos adyectistas de las abstracciones desfamiliarizadoras con la desmedida desmaterialización de base sustancialista y teológica propias a estas, algo que había dominado la imaginación de lo abstracto desde Hegel a todo lo largo de la primera vanguardia en la producción plástica tanto como en la científica, incluyo aquí Blanco sobre Blanco de Malevish (en su acepción previa al conceptualismo), por otro lado, mermaba los aspectos que mantenían a la abstracción desfamiliarizadora relacionada a fenómenos vitales, rituales y sensoriales. Remplazaba así la relación abyección-alineación por una nueva alineación de la producción.

   Aunque ya no se alienaba la representación frente a la realidad, ahora es la realidad misma la que deviene en una producción alineada ella misma en la repetición, geometría a veces, programación ingienerizada de lo real como correlato visual otras, o cualquier cosa mínima, simplificación facilista. Mientras la desfamiliarizaciòn se mantenía al menos, como es notable en Benjamín, relacionada a mundos de vida, la minimalización devenía menos en concretización materialista y más en desfamiliarización desmundificada, desprovista de relación a lenguajes y mundos de sentido común, de vida y praxis vital, ofreciéndose como supuestas programaciones desritualizadas. A la repetición ritual sobreviene la programación de la repetición que es a su vez la repetición de la programación. Pero como sabemos quienes no hemos descuidado la antropología ritual, ni la programación queda exenta al ritual, si no lo quedan las tecnologías de internet y el flash memory, fenómeno que resulta hoy constatable en el mundo de las altas tecnologías y las nuevas velocidades. Y es esta cuestión filosófica de epistemología de la tecnología la que me ha persuadido a revisitar mi temprana atracción filosófica y abstracta hacia el minimalismo.

 

 

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